dos

No era una noche distinta, no era la música, no era el lugar, no eran los personajes...

Había dos chicas.

Una bailaba, desafiante, la sonrisa instalada como si esa expresión fuera constante, se veía feliz, en la mano izquierda un vodka con naranja, en la derecha un cigarrillo insinuante que pitaba con mirada provocativa y un poco distraída. Hablaba con todos, gesticulaba aprobación o negación, cordial y simpática, se veía que la conocían, tenia amigos ahí, algunos la acechaban con proposiciones vaya a saber de que, yo no llegaba a oír.

La otra, ubicada en un rincón oscuro, distante, denotaba angustia, los ojos hinchados, estaba casi inmóvil, parecía abstraída del ambiente, haciendo caso omiso a quienes le hablaban, como si estuviese sólo para observar esa situación, lo ojos clavados en aquella otra persona.
Se dirigió al baño, se miró en el espejo diciéndose por que no podía ser como la otra, parecía tan segura, con intención de devorarse el mundo, y de experimentar todo lo que se ponía en su camino...

Pasaron horas intensas, interminables, cada una siguió en el papel que le tocaba, la primera, finalmente, con expresión eufórica y feliz, aceptó una de esas tantas proposiciones que yo no escuchaba pero que ahora sí imaginaba.

Se dirigió a la salida.

En ese instante, ambas se cruzaron, se acercaron, se reconocieron, se estudiaron, se miraron sin decir ni una palabra, intentando comprenderse y no.


Se separaron con la mirada mutua persistente, el ánimo contrariado...


con la promesa de volver juntarse.